Whisky - Benromach 10 Años Speyside
BENROMACH
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Ah, el Benromach 10 Años. Esto no es un simple whisky, es un matrimonio de 20 años que está tan jodido que la única razón por la que siguen juntos es por inercia y un crédito hipotecario. Sabés, de esos que arrancan con promesas dulces, cenas románticas y sexo apasionado… pero que terminan en discusiones por boludeces como quién dejó la tapa del inodoro levantada. Este whisky es como ese momento donde los dos se sientan en la mesa del desayuno, se miran a los ojos y se dan cuenta de que la chispa ya no está… pero igual se toman el café en silencio, porque, ¿qué más van a hacer?


En la nariz, todo empieza como esos primeros años de matrimonio: dulce, fresco, con manzanas verdes y ese toque de malta que parece prometer que todo va a estar bien. Pero luego aparece el humo, sutil al principio, como esos primeros reproches que se deslizan en una cena: "¿Siempre vas a trabajar tanto?", "¿Te acordás cuando me prestabas atención?"… Y antes de que te des cuenta, el humo está ahí, permanente, como ese resentimiento latente que se instaló en el aire de tu casa y nunca se fue.


Cuando lo llevás a la boca, ¡ahí está el quilombo! Al principio es cremoso, engañoso, como esos últimos intentos desesperados por reavivar la relación. El caramelo quemado y la vainilla son las cenas caras, los viajes de reconciliación que intentás hacer para sentir algo. Pero después llega el roble tostado, seco y duro, como la verdad que ya no podés seguir ignorando: todo está roto. Lo intentaste con jengibre, con especias, pero al final te queda ese sabor amargo que te dice: "Esto no da para más".


El final es largo y seco, como esos últimos meses antes del divorcio donde ya ni discuten. Solo se miran con esa resignación de quien sabe que el juego se terminó, pero nadie quiere ser el primero en decirlo. El whisky te deja con notas de cacao amargo y cuero viejo, como los recuerdos que quedan después de la separación: un poco arrugados, algo gastados, pero igual están ahí, jodiendo.


Este Benromach 10 Años es básicamente esa última charla en la mesa del abogado, donde firmás los papeles del divorcio y pensás: "Al final, no era tan malo… pero tampoco era tan bueno".