Kilchoman Whisky Sanaig

KILCHOMAN

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El Kilchoman Sanaig. Uno de esos whiskies que te recuerda que no todos están hechos para la mediocridad que toma ron con cola o vodka como si estuviera bebiendo agua bendita. No, este es un Islay de los buenos. Un whisky que te hace repensar si todo lo que creías saber sobre destilados no es, en realidad, una maldita farsa. Así que, preparate, porque lo que sigue es una cata que te va a arrancar de ese lugar cómodo en el que te refugiás cuando le das al destilado básico.

Ahí va: lo primero que te recibe es un golpe de turba, pero no el tipo de turba que te quema el cerebro y te hace toser como si fueras un imbécil que no sabe lo que está tomando. No, esto es algo mucho más refinado. Ahumado y dulzura van de la mano como si fueran viejos enemigos reconciliados. La fruta negra – moras, ciruelas – se mezcla con una leve nota de manzana caramelizada, pero no te engañes, esa dulzura está ahí solo para suavizarte antes de que la turba te dé la cachetada que merecés. También hay algo de chocolate amargo en el fondo, como si alguien hubiera tirado una tableta de buen cacao en medio de una fogata y ahora lo estuvieras olfateando a la distancia. Y no nos olvidemos de ese toque salino, que te recuerda que este whisky ha nacido cerca del mar, no en alguna destilería insípida de cualquier parte.

Y acá es cuando te das cuenta de que ya no hay vuelta atrás. El primer trago es una patada de humo, pero no agresiva, sino de esas que te calientan el alma sin hacerte explotar las papilas gustativas. La turba está bien plantada, como esa amiga que te dice la verdad aunque no quieras escucharla. Después, empieza el desfile: frutas negras, miel, caramelo, todos haciendo un carnaval en tu boca. Y justo cuando pensabas que podías relajarte, aparece un cítrico ácido que corta todo como una hoja afilada, seguido de una nota de jengibre que te despierta. Pero lo mejor es cómo ese humo salinosigue ahí, balanceando lo dulce, para recordarte que estás tomando algo que merece respeto. Acá no hay espacio para gilipollas ni para traguitos aguados.

El final es largo, tan largo como las excusas de un imbécil que toma vodka en vez de whisky. El ahumado se va desvaneciendo lentamente, dejándote con una mezcla de fruta cocida y chocolate oscuro. Pero lo que realmente te clava el golpe es esa sequedad elegante, que te deja una sensación salina y te limpia el paladar como si estuviera preparando el terreno para el próximo trago. La turba no se va a ningún lado, sigue ahí, como ese amigo que no te deja en paz hasta que le pagás la ronda que le debés. Y aunque te deje la boca seca, sabés que lo único que querés es más.

En resumen, Kilchoman Sanaig es un whisky que balancea lo mejor del humo y lo dulce, como un buen tango entre lo duro y lo suave. No es para los que creen que el whisky es solo otro trago más en el bar. Este es para quienes saben que cada sorbo es una batalla, y el Sanaig la gana con estilo. Así que, si querés seguir en la ignorancia, andá, seguí tomando ese cóctel de licor barato.

Pero si tenés un mínimo de dignidad, clickeá en este puto link y dejá de hacerte el imbécil.