Bushmills - Whiskey Irlandés 16 años - Single Malt Triple Destilado

BUSHMILLS

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Bushmills 16 años. Tres destilaciones, dicen. Como si con tres vueltas en la licuadora mágicamente te vendieran un perfume de roble con esencia de fruta. Pero bueno, estamos acá para “analizarlo”. Vamos a darle la nariz, boca y un final, y veremos si aguanta el paladar o si es otro de esos que suenan mejor de lo que saben. Spoiler alert: ya sabemos la respuesta.

La primera bocanada te recibe con un torbellino de frutas maduras que te quieren hacer creer que estás en un maldito huerto irlandés. Higos, ciruelas, moras… un carnaval de frutas que casi te hace pensar que esto es un licor de frutas finas, y no un whisky. Después, como quien no quiere la cosa, aparece la vainilla. ¿Sutil? No. Viene con un cartel luminoso diciendo: “¡Soy refinado, mirame!”. Pero esperá, que también hay almendras. Unas almendras que parecen haberse tostado en algún rincón olvidado de una taberna. Todo esto envuelto en un abrazo de roble que te susurra: “Sí, estuve 16 años en barrica, pero no lo aparento”. En resumen, huele como una panadería metida en un bosque… si te gustan esas cosas.

Y ahora el sorbo. Entra sedoso, como un vendedor de humo bien entrenado. Frutal de nuevo, claro. Las moras y las ciruelas siguen insistiendo, como el primo pesado que no sabe cuándo irse de la fiesta. Dulce, por supuesto: miel, caramelo y un toque de chocolate que parece haberse derretido accidentalmente en la mezcla. Pero cuando esperás la profundidad, lo que recibís es un puñado de roble. Ojo, no roble elegante, sino más bien una cucharada de serrín. Claro, la triple destilación lo deja más limpio que mis expectativas de vida, pero también le saca toda la personalidad. Es como besar a alguien guapo, pero que no tiene absolutamente nada interesante para decir.

El final, eso sí, es largo. Pero no en el buen sentido, más bien como esas charlas aburridas que nunca terminan. Queda una sequedad en la boca que te hace preguntarte si no sería mejor estar tomando una cerveza fría. Notas de nueces, especias, un leve calor de roble que se siente más como un eco de lo que debería haber sido. Agridulce, pero más “agri” que “dulce”, si me preguntás. Es un final que te deja mirando el vaso, pensando si fue todo un sueño o solo otra decepción embotellada.

Pero bueno, si querés arriesgarte y ver si te pasa lo mismo, te dejo este atractivo link para que lo pruebes y, quién sabe, capaz te convertís en el próximo defensor de los whiskys triple destilados... o te pasás al bourbon de una vez por todas.